martes, 12 de febrero de 2008

INGRID....y los demás



Quiero preguntar por la suerte de unas 700 personas que no llevan el apellido Betancourt y cuyos nombres jamás han sido mencionados por jefe de estado alguno; quiero preguntar por las esposas, los hermanos y los hijos de 700 personas destinadas desde el principio de su secuestro a morir en la selva porque la atención internacional los ha hecho invisibles, aunque en Colombia, lo sé, ya hay varios cientos de personas que se preguntan qué los hace diferente a ellos de aquél grupo cuya libertad es asunto de estado.

Antes de ser malinterpretado debo aclarar que los secuestrados tienen toda mi admiración y sus parientes todo mi respeto. No me molesta la actitud de las familias del grupo de los canjeables; después de todo tienen derecho a utilizar todos los medios a su alcance para acabar con esa angustia que los debe perseguir desde que se despiertan hasta que se acuestan y que luego, seguramente, se filtra en sus sueños. Entiendo su desesperación y dentro de ella logro comprender también que sus ataques se dirijan siempre contra el gobierno, nunca contra los terroristas que secuestraron a sus miembros: las familias de los secuestrados se han vuelto ellas mismas rehenes de las FARC; no son concientes de ello, por supuesto, pero son ahora la diversión de una guerrilla que manipula inteligentemente sus sentimientos y los hace decir lo que ellos quieren.

Lo que no puedo entender es que un gobierno se vaya a someter, como se sometió en el pasado otro gobierno a Pablo Escobar gracias a sus selectivos secuestros, a pretensiones subversivas para proteger a un grupo de personas que no deben quejarse de los errores del Estado ya que, en su momento, ellas mismas simbolizaron al Estado y forjaron sus vicios, así como sus cualidades más admirables. Si hay justicia en el mundo hasta la pobre Ingrid Betancourt debe pensar que esa situación en la que ella vive es insoportable para cualquier ser humano, sea un senador, un soldado o un ganadero que no ha terminado de pagar por su libertad.

¿Es en verdad éste un país clasista? ¿No podríamos aprovechar la oportunidad que se nos presenta para probar que la libertad que nos interesa, que la vida que queremos proteger es la de todo ser humano? Yo por mi parte pienso, aunque suene vacío, falso y agotado, que la vida, solo por ser vida, merece siempre ser salvada.

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