martes, 4 de septiembre de 2007

Borges Forever

“Vi al Dios sin rostro que hay detrás de los Dioses.”
El Aleph
Jorge Luis Borges

Borges tenía una habilidad excepcional para ir convirtiendo la narración, poco a poco, en un laberinto que envuelve sin hacerse notar y que lleva, casi invariablemente, a una salida inesperada. Así lo hizo en aquélla historia llamada El Inmortal en la que un troglodita que cumple un papel deliberadamente simple en la narración, resulta ser el legendario Homero, autor de la Odisea; lo hizo en aquélla de Abenjacán el Bojarí en la que la solución al misterio resulta tan sencilla y compleja a la vez que parece ridícula. (No supera, sin embargo, a los misterios de Allan Poe, al cual menciona en el mismo cuento).
Su proclamado desinterés en la política parece no haber convencido a ninguno de sus contemporáneos y hoy parece más convincente la figura de un Borges de derecha que la del hombre anárquico que trataron de mostrar María Kodama y sus allegados. A esa equivocación en la elección de su tendencia política atribuyen también su estéril y eterna nominación al Nóbel, a la cual él mismo se refirió sarcásticamente alguna vez como esa antigua tradición escandinava de mencionar su nombre como candidato todos los años, para luego darle el premio a otro.
De cualquier forma, cuando se trata de Borges la política es solo un juego y el Nóbel resulta tan vano como un Oscar. Lo que perdura de él son los laberintos y las citas sublimes, el vasto conocimiento universal y las palabras de un hombre que escribió, Cuando se acerca el fin ya no quedan imágenes del recuerdo, solo quedan palabras, palabras, palabras desplazadas y mutiladas, palabras de otros… Las palabras de Borges.

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