jueves, 22 de mayo de 2014

Guía de Viaje III: Gstaad


Llego a Gstaad, empieza la Suiza alemana y puedo notarlo por el cambio de acento y de lenguaje en las personas que veo.  El sitio es conocido por ser el centro de Ski favorito de millonarios y estrellas de cine.  Ni unos ni otros están aquí hoy, tampoco parece haber mucha nieve en los alrededores.

Gstaad es un punto, ya que no puede decirse que sea siquiera un pueblo, de unas 10 cuadras en medio de las cuales una avenida, ocupada solo por tiendas de Cartier, Hermes, etc, constituye la principal atracción para quienes no vamos a subir a esquiar.

Existen además de las tiendas cuatro hoteles de 5 estrellas, de los cuales el Palace, enclavado en una colina mirando imponente hacia el resto de Gstaad, parece retar diciendo “Si no tiene como pagar ni siquiera intente subir acá”.

Ni siquiera intentaré subir de todos modos.  Muy lindo todo, muy limpio y ordenado, muy cara la comida como para no desentonar con el resto de Suiza, pero ya quiero estar en Berna y luego en Zurich, así que voy a la estación para ver en donde debo cambiar de tren.

Las ciudades que siguen después de Gstaad son una conjunción de las letras Z, X y K que me resultan impronunciables, nombres alemanes por supuesto.  Desisto de pronunciarlos y solo me acerco con mi mapa al punto de información y señalo Berna.  El encargado me señala entonces las dos ciudades en las que debo cambiar de tren y yo me voy tranquilo y con sueño.

4 hoteles de lujo, tiendas de Cartier… ¿qué hace un pueblo de tres calles para sostener todo eso?


domingo, 27 de octubre de 2013

martes, 1 de octubre de 2013

Guía de Viaje II: Ginebra

Suiza,  Octubre de 2005
Ginebra

Durante días había tratado inútilmente de encontrar una palabra, un adjetivo, una sensación que describiera a Ginebra. Me sentía impotente y algo molesto conmigo porque ni siquiera en la intimidad de mis pensamientos podía hallar una expresión clara que resumiera la impresión que esa Ciudad me producía.

Si alguien me hubiese llegado a hacer la simple y básica pregunta que sucede a todos los viajes, si me hubiesen preguntado “¿cómo es Ginebra?” mi respuesta se habría perdido en alguna oscura frontera entre lo intransmisible y lo indescifrable, y yo no habría podido abrir la boca, abrumado por la misma duda; ¿cómo es Ginebra?.

Ginebra es una ciudad antigua en la que la generalidad del entorno y el mismo aspecto de sus calles, le da la apariencia de pertenecer a los años cincuenta o quizá a los treinta, a cualquier época en todo caso, excepto al presente; flota en el ambiente, quizá por ello, una agradable sensación de tranquilidad, de tiempo que pasa lentamente, y también de ciudad impersonal.

Tiene, desde luego, sus lugares representativos.  La avenida de las Naciones por ejemplo, flanqueada a uno y otro lado por sedes de Instituciones mundiales, representa muy bien el espíritu diplomático que identifica a la Ciudad; porque sin duda Ginebra es un lugar enteramente internacional que parece pertenecer, no a Suiza, sino a las Organizaciones Internacionales y en particular a las Naciones Unidas.  Un territorio neutral dentro de un país neutral.  

El centro histórico de la Ciudad, en el que cada piedra en el piso parece tener grabada un pedazo de historia, crea curiosidad acerca de esa historia medieval en la que el caos reinaba y había tantos hechos sacudiendo sin cesar y al mismo tiempo a ese tranquilo rincón del mundo.  También están esos sitios simbólicos, sin ningún atractivo particular aparte del de crear la imagen de una ciudad, como el parque de los reformadores, la fuente de agua permanente en el lago de Ginebra, y otros rincones más en los que no hice sino preguntarme, ¿en dónde está la gente?.  Porque recorrí una y otra vez las mismas calles en diferentes horas del día sin que el hecho de caminar por la ciudad más internacional de Suiza, me sorprendiera más que el hecho de no ver personas en las calles.

Al final, me marché de la ciudad sin tener claro qué pensaba de ella;  pero mi confusión acabó en Montreaux durante una conversación casual con otro turista que también había estado en Ginebra algunos días antes. De alguna manera creí que aquélla coincidencia podía ayudarme y antes de que la conversación evolucionara hacia otro tema, antes de que quizá me hiciera la difícil pregunta a la que no sabía responder, me anticipé y le dije “Ginebra es una ciudad particular, no encuentro una sola razón para que no me guste, sin embargo …” y antes de que terminara aquélla frase, que yo sabía difícil de terminar, me interrumpió y dijo “si, es cierto, es una ciudad sin Charm”;  y ahí está: sin charm. Me desespera no ser capaz de expresar por mi mismo mis percepciones y tener que recurrir a otro que lo haga mejor, pero es esa sensación, la etérea idea de la falta encanto la que describe, en mi opinión, a Ginebra.

martes, 4 de septiembre de 2012

Grey Gardens: "They can get you for almost anything"




"¿When are you gonna learn, Edie ? You're in this world, ¿you know? You're not out of the world."

La historia es como un poema largo y melancólico; se ancla al pasado y oscila permanentemente entre la decadencia y la fantasia.  Algo cercano a la belleza se desprende de ella: me resulta tan exquisita, que no debería haber ocurrido en la vida real; debería haber sido un sueño en la mente de alguien, o una novela sin terminar.

La historia de Edith Bouvier y su octogenaria Madre, prima y tía de Jacqueline Bouvier Kennedy Onassis, refugiadas durante más de dos décadas en las ruinas de la mansión familiar de Grey Gardens en East Hampton, rodeadas por 75 gatos y por toneladas de basura, salió a la luz por una circunstancia   más bien vulgar que involucraba a la oficina de Sanidad:  “Prima de Jackie Onassis: escándalo sanitario”, fue el titular más repetido en el otoño de 1971; en ese entonces, la prensa no ahorró palabras para describir las condiciones de higiene en las que vivían las familiares de la ex Primera Dama, y pese a que la relación de las dos mujeres con su famosa pariente había sido nula durante años, fue Jacqueline Kennedy quien pagó por la limpieza de la propiedad para callar a los periódicos.

En 1975 el documental Grey Gardens capturó el universo distante e irreal en el que se encerraban las dos mujeres; los diálogos, espontáneos, delirantes, conducen casi invariablemente, como todo lo que se inspira en la locura, a verdades inmaculadas y puras.

"- Edie: I'm gonna get out of here. - Mother:  Why do you want to get out ? Another place'd be much worse. - Edie: 'Cause I don't like it...Here. - Mother:  Any place will be much worse...Any place on earth. - Edie: Yeah, but I like freedom. - Mother: Well, you can't get it, darling.  You're being supported...You can't get any freedom, when you're being supported.- Edie: Yeah; but...You can't ? - Mother: No; you can't."

La conversación de las dos damas continuaba siendo, contra todo pronóstico, serena y elegante, y se desarrollaba en medio del caos alrededor; Ellen Hovdes, una de las realizadoras del documental, las describió como "Una extraña combinación de locura y aristocracia"; y de hecho, escucharlas es como recordar un cuento de Borges en el que el veredicto de un juicio es encargado al arbitrio de un loco: "de un loco -escribió el argentino- para que la sabiduría de Dios hablara por su boca y avergonzara las soberbias humanas".

Grey Gardens en su mejor época

Las vidas de Edith, conocida como Edie, y su madre, big Edie, habían transcurrido siempre entre la comodidad de Park Avenue y la casa de verano en los Hamptons; los jardines de la mansión de Grey Gardens, una construcción gótica de 28 habitaciones llamada así en honor a ellos, eran objeto de admiración de la sociedad neoyorkina, así como lo era, hacia los años treinta, la belleza de Edie; socialité, modelo de revistas a los 17 años, perseguida por los solteros más perseguidos (es decir, los más ricos) de aquéllas décadas, Edie solo lamentó hasta el final de sus días el no haberse casado con Joseph Kennedy, el hijo mayor de la famosa familia, con quién dijo haber estado comprometida en matrimonio hasta el día en que murió, combatiendo durante la segunda guerra mundial.

Little Edie, hacia los años 30

Big Edie, por su parte, pasaba sus días reviviendo los truncados sueños juveniles de ser cantante, convirtiéndolos poco a poco en su realidad: buscaba clubes nocturnos en donde la dejaran cantar, y al matrimonio de su hijo mayor, asistió vestida de cantante de ópera.  No parece probable sin embargo que la sociedad neoyorkina la hubiese censurado en su momento; las extravagancias le estaban permitidas porque se justificaban con dinero, y el dinero protegía a madre hija de escándalos, de ataques directos, de todos los males de este mundo. La suerte acompañaba a las Bouvier en aquélla época, y entonces, como en las tragedias que escribían los griegos, ante la belleza de las fortunas familiares, de las páginas de revista y de la vida en el upper east side, el sino perverso del destino apareció y, antes de que pudieran suspirar, les demostró lo fragil de las convenciones sobre las cuales está construido el mundo.

En cuestión de meses la madre de Edie fue abandonada por su acaudalado esposo, que cumplió con el sagrado ritual de buscar a alguien mas joven, y fue desheredada por su acaudalado padre, irritado ya por su comportamiento errático y exótico en una época en que la locura, más que enfermedad, era una excentricidad dificil de tolerar.


 Mother: You know, they can get you, in East Hampton for wearing red shoes on a Thursday... and all that sort of things.-  Edie: I don't know whether you know that. I mean, ¿ do you know that ?-  Mother: ... They can get you for almost anything."
Big Edie se fue a vivir a Grey Gardens, y permaneció allí varios años hasta que logró convencer a su hija, ya de 36 años, para que la fuera a acompañar.  Edie la visitó, se horrorizó por el estado de descuido y suciedad de la mansión y se prometió a si misma recuperarle el esplendor perdido; pasaron los meses, y luego los años, y, como en la novela de la que hablaba al principio, sin darse cuenta, Edie pasó a ser uno de los personajes de la historia, con su madre, y los 75 gatos.

"Well, you know where you got...being like that.  No husband; no babies; nothing."

Fue entonces cuando ocurrió el incidente con la oficina de sanidad; y fue entonces cuando un equipo de documentalistas, hechizados por la historia surreal de las Bouvier, se apareció en Grey Gardens dispuestos a registrar su vida diaria.  Es difícil determinar hasta que punto las dos mujeres se habían divorciado de la realidad, lo cierto es que esa ruptura produce cierta admiración: vivían como si su vida fuese un sueño en el que ambas se refugiaban obstinadamente para negar la realidad hasta reducirla a nada. Veo a Edie, y pienso "está loca", como Blanche Dubois, "está loca", viviendo su sueño, soñando su vida, como Borges (de nuevo Borges) que se obsesionó con una moneda, con el Zahir: “Otros soñarán que yo estoy loco, -escribió- yo soñaré con el Zahir; cuando todos los hombres de la tierra piensen dia y noche en el Zahir ¿cuál será el sueño y cuál la realidad’?

It s very difficult to keep the line between the past and the present…¿do you know what I mean?  ... Awfully difficult..” 

Grey Gardens en VOGUE
De cualquier forma, el estilo delirante e irreal de Grey Gardens quedó registrado en aquél excelente documental que constituye por si mismo una pequeña joya e inspiró múltiples tendencias; el recuerdo de las dos excéntricas mujeres ha incluído una obra de teatro muy famosa y una recreación del documental original, en 2010, con Jessica Lange y Drew Barrymore.

Pero lo más interesante de la tendencia Grey Gardens fue el efecto que Edie produjo sobre los diseñadores más famosos del mundo;  "turbantes, manteles amarrados con alfileres, faldas llevadas de manera inversa, chalecos de atrás para delante y trajes de baño combinados con tacos altos, son algunos de los “vanguardistas outfits” llevados por Edith".  Calvin Klein declaró que en algún momento estuvo influenciado por el extraño sentido de lo fashion que tenía Edie y Harpers Bazaar publicó un especial de moda en 1997 completamente inspirado en ella.  Durante la primera década del Milenio, John Galliano y Prada hicieron lo propio.

Grey Gardens y Galliano
En el obituario de Edie, en 2002, The Guardian afirmó que "Little Edie mantuvo un fuerte sentido de la moda, tan singular como su mundo".  También relata que después de la muerte de su madre, abandonó Grey Gardens, se mudó a Manhattan, actuó en cabarets, cantando y contando historias de su extraña vida  y acabó sus días en un apartamento en Bal Harbour, Florida,  "al parecer - indicó el diario - no había tenido un gato en cinco años."  Lo que no cuenta el obituario es que pasaron cinco días antes de que el cuerpo de Edie fuese descubierto en su apartamento; un final algo meláncolico, sórdido y, lo repito, poético, que no contrasta en nada con una vida tan particular:  quizá era el elemento que le falta a esa novela sin terminar, el hecho improbable, casi irreal que evitó, hasta el final, que la historia hubiese caído en lo vulgar.

jueves, 29 de marzo de 2012

Immaterial Money


I reflected that there is nothing less material than money, since any coin(a twenty centavo piece, for instance) is, in truth, a panoply of all possible futures.  Money is abstract, I said over and over, money is future time.  It can be an evening just outside the city, or a Brahms melody, or maps, or chess, or coffee, or the words of Epictetus, which teach the contempt of gold; it is a Proteus more changeable than the Proteus of the Isle of Pharos.  It is unforeseeable time, Bergsonian time, not the hard, solid time of Islam or the Portico.

The Zahir
Jorge Luis Borges

martes, 13 de diciembre de 2011

No Feelings




The feelings I don't have I don't have. The feelings I don't have, I won't say I have. The felings you say you have, you don't have. The feelings you would like us both to have, we   neither of us have. The feelings people ought to have, they never have. If people say they've got feelings, you may be pretty  sure they haven't got them So if you want either of us to feel anything at all you'd better abandon all idea of feelings altogether

D.H Lawerence

sábado, 15 de octubre de 2011

Animula Vagula


Tengo frío; mantengo mis manos dentro de mi abrigo y vuelvo a fantasear con el verano como lo he hecho desde que desperté. La estación de metro está lejos, al menos eso siento mientras camino. Quisiera llegar, quisiera estar allá; nunca he sido amigo del proceso sino del resultado, pensar que detrás de éste se esconden innumerables, pequeños y tediosos actos me hace sentir cansado. “1,2,3” los hábitos son lo único que existe, habría que escapar de ellos, habría que besar como la pareja que estoy mirando, habría que gritar como la mujer que se asoma al balcón, tendría que hacer algo más efectivo que caminar más rápido y dejar de pensar.

Me subo al tren en Fontana. Me sorprende entender que en pocos minutos estaré en otro punto diferente del que ocupo ahora, que mi cuerpo se dezplazará por el espacio, volverá, se irá y regresará infinitas veces a través de los mismos puntos. “Animula Vagula …blandula” me digo. Vagula y blandula, el eco de las palabras se repite en mi cabeza cuando recuerdo el poema del Emperador Adriano antes de morir, y me conmueve la idea de asociar la conciencia de mortalidad y resignación envuelta en él, con la perspectiva de grandeza del Hombre que lo escribió "Animula Vagula, blandula...alma errante y blanda" ¿pensó Adriano alguna vez en Antinoo mientras escribía el poema?.

Imagino a Marguerite Yourcenar encerrada en el estudio de su casa en los Estados Unidos, esfórzandose en novelar la biografía del Emperador, jugando a pensar como los hombres de dos mil años atrás en un continente más lejano de América por la historia que por la distancia y convirtiéndose en otro personaje de su novela, ella que amó mas a Antinoo de lo que el mismo Emperador pareció hacerlo, "Un hombre que lee, que piensa y que calcula - escribió en sus memorias de Adriano - pertenece a la especie y no al sexo. En sus mejores momentos llega a escapar a lo humano"; una frase sublime que vinculo más con Marguerite que con Adriano.

El hombre de rasgos orientales sentado al lado mio me hace recordar que también fue ella quien escribió "Mishima o la visión del vacío" sobre el Escritor Japonés que se suicidó. Pienso: Mishima se suicidó; "Quae nunc abibis in loca...¿ en dónde habitarás ahora?". Lo hizo de acuerdo al antiguo ritual Samurai, clavandose una espada que removió por todo su vientre para prolongar el dolor. Pienso, como si mi mente fuese una extensión de Wikipedia: " Mishima, escritor Japonés que escribió Confesiones de una máscara y se suicidó" y "Adriano, Emperador Romano que murió" "Antinoo...murió: se suicidó" "Marguerite Yourcenar...muerta". Animula Vagula, Blandula ... Pallidula, Rigida, Nudula .

Siento que mi mente va más rápido que todo alrededor; mil pensamientos por Segundo, mil pensamientos desarrollados en una eternidad y el tren solo ha recorrido dos estaciones; pienso “El mundo está más lento hoy”. Pero lo comprendo, suele suceder; tengo claro que las cosas y yo nos movemos a distinta velocidad. La voz dice "Passeig de gracia", he llegado. Es tarde, lo sé: no quiero remediarlo; no podría correr, no me importa llegar, el mundo está muy lento hoy. Eventualmente llegaré. Pero siento rabia por mi impotencia para disponer de mis horas…¿Adónde se va el tiempo? ¿ Porqué se mueve más rápido que yo?

Pero que frío tan insoportable tengo. Lo siento dentro y fuera de mi cuerpo, mis manos duelen mientras cruzo la Gran Vía por el paseo de Gràcia. No tengo ganas de estar ahí, no deseo ir a donde voy, ni a ningún otro sitio. Desearía, sencillamente, no tener que existir los domingos, desaparecer el sábado y regresar el lunes a mediodia. Además me irrita algo el ver a tanta gente a mi alrededor; pero no me incomoda su presencia fisica, lo que me asusta son sus pensamientos. Pasan, miran y juzgan, les basta dos segundos para ponerle nombre a las cosas; si los dejan, penetran en tu mente hasta descubrir los pensamientos más profundos, y cuando se equivocan vuelven a juzgar otra vez. Pienso que por el momento, me he vuelto un poco misántropo. "por el momento" me repito. Mañana, todo puede cambiar; desearía ser dueño de mis caprichos.

Finalmente llego al café en la plaza Catalunya y X me está esperando con una sonrisa cándida que no le sienta bien, pero la hace parecer inofensiva. Después de todo, no parece tan mala la idea de haber ido, solo me queda relajarme y dejarme llevar por el momento, no mirar el reloj, aunque no me he sentado y ya me quiero ir, y empiezo nuevamente a fantasear con estar en otra parte antes de haber llegado del todo a esa en la que estoy, soy conciente de ello y solo puedo preguntarme un poco ansioso y agotado si aquélla sensación no se acabará nunca.

De repente me siento obligado a involucrarme en la conversación; al menos fingir que despierta mi atención. Dice algo de la vida y la felicidad, aunque no entiendo cómo llegó a eso; no se cómo se las ingenia para hablarme siempre de todas esas premisas de los manuales de autoayuda y la pseudo-filosofía sin que yo lo vea venir. Está hablando de sus amigas que han cambiado y ya no la llaman como antes: "(...) creo en el libre albedrío y las cosas serán lo que tienen que ser por eso me gusta amar el día (…)". libre albedrío, una idea y expresión muy compleja al alcance todas las bocas ¿porqué la gente habla tanta basura?, al parecer no ha terminado "(...) pues puede ser que a la mañana siguiente las circunstancias hayan cambiado. La vida es un conjunto de encuentros y despedidas, la vida es un puente: pasa por él pero no construyas en él tu morada (…)"

No sé qué decir; me quedaría callado pero la última frase me ha atropellado tanto que algo parecido al aburrimiento ha caído sobre mí y necesito quitarmelo de encima y dejarlo ahí en esa mesa, no llevarmelo a la casa. ¡ Dios ! que se vaya este frío de mi cabeza, ¿Porqué no ocurre algo ahora mismo? porque no aparece una nave espacial sobre las ramblas y me rapta, aquí en medio de todos.

"Básicamente - le digo - descubres que nadie te quiere y la siguiente opción es quererte ti misma." Cuando lo recuerdo siento lástima, no debí ser tan duro, pero estaba contra la pared, me había fastidiado y tenia rabia conmigo por haber aceptado verla. Sin embargo no hago bien en sentir compasión: soy un Misántropo. Su Mirada adquiere ese toque diabólico que no le sienta bien y sonríe; va a decir algo irónico e hiriente: "Me gustas porque no tienes sentimientos".

Mentira. Le gusto porque nunca hablo de mi, me quedo callado y escucho, me aburro en silencio con historias estúpidas e intrascendetes que no valen la energía empleada en contarlas, pero las escucho porque me evitan pensar en las mías. No se cómo me las arreglo para dar por terminado el café y me dirijo al metro otra vez, feliz por el deber cumplido, ansioso por aislarme de tantos humanos andantes.

Llego a casa, B está borracha y mi cabeza quiere estallar. Mi único deseo sincero de todo el día, ha sido el poder quedarme dormido; se que eso no ocurrirá pronto, que aún debo lidiar con los avances de una mujer ebria y loca en su fase maníaca. A las 3 A.M logro quedarme solo en mi habitación, pero antes de viajar por los umbrales de la conciencia, con los ojos cerrados, pienso por última vez en Adriano, en Antinoo, en Yourcenar, en Mishima, en X, en la gente del Metro y del paseo de Gràcia, y pienso que quizá fueron y fuimos todos los personajes de una novela, y que cada alma, vagula, blandula, fue solo una idea en la mente de alguien. Sonrío levemente mientras me sumerjo en el sueño; pero aún tengo frío.